Italia y el fútbol han perdido a 'Totò' Schillaci, fallecido este miércoles a los 59 años y que por siempre formará parte del imaginario de un pueblo y de este deporte de pasiones. En aquel momento, en pleno Mundial de Italia 1990, Schillaci, ya eterno, supuso el renacer del sur. Un auténtico símbolo.
Aquel jugador siciliano de marcadas entradas y andar desgarbado pasó de suplente a héroe en las noches mágicas de la 'nazionale'. La historia del entonces jugador de la Juventus, su triunfo en la selección italiana, tenía un gran simbolismo: rescataba al sur de su atraso, de sus problemas, de su lejanía respecto al norte. Todo importaba menos si el hombre del pueblo, el siciliano crecido en un humilde barrio de Palermo, hacía posible con sus goles el sueño de todo un país.

Schillaci, junto a Baggio, cuando ambos jugaban en la Juventus EFE/EPA/MONTEFORTE
En lø deportivo, y aunque los 'azzurri' acabaran terceros y no campeones (les eliminó en semifinales la Argentina de Diego Armando Maradona, que defendía título y cayó en la final ante Alemania), 'Totó' fue a Italia 1990 lo que Paolo Rossi a España 1982. Fue el hombre-gol, y goles son igual a victorias, de la selección' azzurra'.
En lo humano, era el personaje ideal en todo cuento de hadas futbolístico. Nacido en el barrio de San Michelangelo de Palermo, era hijo de un humilde empleado del Ayuntamiento de la ciudad y a su peripecia vital le añadió un tono especial el haber sido fruto de un parto prematuro que casi supuso la muerte de la madre. Aquel bebé de siete meses, sin embargo, tenía muchas ganas de seguir en este mundo y salió adelante a pesar de que estuvo entre la vida y la muerte.
Cuando llegó aquel verano de 1990, Schillaci venía de 12 meses decisivos en su carrera. Camino de los 25 años, fue traspasado del Messina a la Juventus, que, con él en sus filas, se proclamó campeona de la Copa de la UEFA y de la Coppa Italia. En su segunda actuación como internacional Schillaci salió frente a Austria sustituyendo a Andrea Carnevale y marcó el gol de triunfo de Italia. Era el comienzo de la leyenda. El renacer del sur.
Schillaci fue un auténtico boom. Emotivo. Único. Ya durante el Mundial el Ayuntamiento de Messina decidió nombrarle ciudadano honorario. Su imagen empezó a adornar camisetas. Su hermano menor y Salvatore Cascio (el niño actor protagonista de Cinema Paradiso) pedían en directo por televisión a Azeglio Vicini, entonces seleccionador de Italia, que la mantuviera de titular. Palermo era una fiesta cada vez que Schillaci marcaba. Y toda Italia.
Schillaci había cambiado la melena y.el anonimato de sus días en el Messina por el pelo corto y la gloria. Quedaron atrás para él los días amargos en que dos graves lesiones de rodilla pusieron en peligro su carrera. Su triunfo en aquellas llamadas 'Noches Mágicas' no le hizo perder de vista su gran humildad. No se sentía el 'Salvatore'. "Todo,se lo debo a mis compañeros y a Vicini. Y a la gente. Son ellos los que me empujan”, declara. Hizo salir, en el norte y en el sur de Italia, a miles y miles de seres humanos a las calles. Al final se proclamó 'pichichi' de aquel Mundial, con 6 tantos de oro, y fue elegido Balón de Oro del torneo.
Tras su etapa en la Juventus, en 1992 fichó por el Inter y en 1994 se marchó en el Jubilo Iwata. Allí, en Japón, en 1997 puso 'Totò' fin a su carrera. Las cosas nunca fueron lo mismo para él después de Italia 1990. De hecho, sólo marcó un tanto más con la selección, en una derrota por 2-1 contra Noruega en la fase de clasificación para la Eurocopa 1992. Y en su carrera solo jugó 16 partidos con Italia. Pero ya había escrito su leyenda y ahora, después de fallecer víctima de un cáncer de colon, le lloran y llorarán miles de aficionados.